Un poco de historia cervecera

La cerveza artesana o craft beer tiene su origen en Inglaterra, en los años 70. Sin embargo, no fue hasta el 2010, aproximadamente, cuando empezó la elaboración y disfrute de la cerveza artesana a nivel “popular” y nacional, tal como la conocemos ahora y, hasta entonces, los amantes de la cerveza sólo podíamos acceder a cervezas elaboradas de manera industrial.

Los antropólogos sitúan el comienzo de la elaboración de cerveza cuando el ser humano dejó de ser nómada, se hizo sedentario y empezó a cultivar la tierra.

¿Hacemos un poco de repaso del origen de la cerveza?

La cerveza a lo largo de la historia

Los orígenes más antiguos de la cerveza se remontan seis mil años antes de la era actual, cuando los sumerios habitaban el sur de la antigua Mesopotamia.

Los “primeros inventores” de la cerveza, hervían los cereales, raíces y frutas a los que tenían acceso hasta conseguir una bebida que, tras la fermentación, se tornaba en un líquido de bajo contenido alcohólico, consumido en ceremonias religiosas, principalmente. Para su consumo, la aromatizaban con miel y bayas de enebro.

Es sabido que los sumerios elaboraron cerca de 20 tipos de cerveza, que usaban como forma de pago a los trabajadores, como remedios para enfermos y también como ofrendas a los dioses.

En el Antiguo Egipto, en una tablilla de madera encontrada, se reflejan detalles de la elaboración y comercio de cerveza en esta civilización. Los egipcios usaban granos de cebada, dejándolos macerar en un recipiente y después secándolos al sol.

Fueron los romanos quienes popularizaron, posteriormente, el consumo de la cerveza por Europa, sobre todo en los países del centro y norte del continente, donde el cultivo de la cebada se adaptaba a mejor a los climas fríos.

Pero fue, en realidad, durante la Edad Media cuando, al grano, se le añadió el lúpulo como elemento aromático por excelencia, consiguiendo dotar a la cerveza de un sabor muy similar al que tiene actualmente.
Podemos atribuir la invención de la cerveza medieval, en el siglo XV, a los primeros gremios cerveceros en Alemania.

“Diplomacia cervecera”

Ya en el siglo XX, las bebidas alcohólicas y especialmente la cerveza han desempeñado un papel relevante como herramienta facilitadora de la consecución de acuerdos en distintas Conferencias Internacionales, algunas de ellas celebradas en plena Segunda Guerra Mundial.

En la Conferencia de Casablanca celebrada del 14 al 24 de enero de 1943, a la que asistirían Roosevelt -presidente de los Estados Unidos-, Churchill -primer ministro británico-, De Gaulle y Giraud -generales del ejército francés-, desde Londres se envió una caja de brandy añejo, y desde Argel, Eisenhower mandó tres cajas de ginebra, además de otras tres de whisky escocés.
Y posteriormente, para la Conferencia de El Cairo a finales de ese mismo 1943, en la que se reencontraron Roosevelt y Churchill y a la que también asistió el líder chino Chiang Kai-Shek para definir la estrategia aliada contra Japón, se consumieron diariamente 80 botellas de whisky, 34 de ginebra, 12 de coñac y 528 botellas de cerveza.

Durante la Cumbre de Yalta (Rusia) en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill, Roosevelt y Joseph Stalin, se reunieron para decidir el reparto del territorio europeo. Y el encuentro, en lo que se refiere a suministros de cerveza, transcurrió de manera similar a los de ocasiones anteriores, más teniendo en cuenta que Stalin, de entrada, consiguió que la reunión se celebrase en suelo soviético, cuando sus aliados proponían que el escenario fuera Estambul, Jerusalén, Roma o Malta.

De sobras era bien sabido en política internacional que los banquetes auspiciados por los soviéticos solían estar bien surtidos de vodka y champán de Crimea, y los Aliados también habían puesto todo de su parte para que en Yalta no faltara whisky, jerez, ginebra, cigarrillos y puros enviados a Rusia por los proveedores británicos en el buque Franconia.
Y posteriormente, y ante el temor de “quedarse cortos” de provisiones, el embajador británico en Moscú programó un envío a Yalta de vino, coñac, whisky y barriles de la cerveza preferida de Churchill (elaborada en Inglaterra) para brindar por los acuerdos alcanzados durante la cumbre.

Así fue como, se organizó en Yalta una pequeña fiesta con cerveza Ale británica en plena Rusia, donde Roosevelt, Churchill y Stalin compartieron -seguramente- algunas risas y anécdotas, en un improvisado pub, creando un momento inusual y distendido en medio de la tensión política de la época.

Esta anécdota cuenta cómo la cerveza puede desempeñar un papel incluso en los eventos más importantes de la historia, proporcionando un toque de humanidad y compañerismo incluso entre líderes mundiales de potencias enfrentadas en medio de circunstancias cruciales que marcan el devenir de la humanidad.

“Hermandad cervecera” y entendimiento gracias a una bebida con milenios de historia, usada como moneda de pago en tiempos antiguos y que, en pleno siglo XX, une a dos líderes mundiales ideológicamente opuestos.

 

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